Esta semana terminó con una polémica alrededor de la propuesta de Toledo de invertir en educación en un posible segundo gobierno suyo. Unos atacaron, otros hablaron de la revolución educativa, algunos recordamos promesas incumplidas. Aprovecho el momento para hablar de lo que para mí es una reforma educativa emprendedora.
De inicio, nuestros hijos deben formarse en preguntar, no en responder. La educación actual los convierte en receptores de respuestas y acumulación de datos, en vez de ser cuestionadores. Luego, en esa perspectiva, deberíamos formarlos en saber imaginar un futuro y no en ser especialistas del pasado. Como dijo Fernando Dolabela: un emprendedor es especialista en algo que no existe.
La educación emprendedora hace énfasis en competencias que no aparecen en ningún plan de estudios. Por ejemplo, no les enseñamos trabajo en equipo, liderazgo, toma de decisiones ni creación de ideas y negocios. Para convertirlos en emprendedores, hay que hacer que miren la producción de sus zonas, trabajen en emprendimientos de sus padres y propongan mejoras en sus comunidades.
Aumentar los sueldos a los maestros no es suficiente, hay que ir a fondo. Esto pasa también por enseñarles a utilizar Internet de manera productiva. Una educación emprendedora debe enseñar a los jóvenes que el mundo no tiene horarios, que los exámenes de la vida no tienen fecha fija, el éxito no solo es individual y el fracaso es parte de nuestro aprendizaje.
Podemos llamarle revolución, pero es una visión distinta de lo que deben recibir nuestros hijos para competir en el siglo XXI.